Sembrando semillas de igualdad Las mujeres en la agricultura sostenible

La necesidad de lograr la independencia energética y alimentaria es crucial, destacando la importancia de que cada país produzca una buena parte de la energía y los alimentos que consume anualmente para evitar el desabastecimiento. En este contexto, Costa Rica ha demostrado ser un ejemplo de resiliencia, manteniendo su sector agroalimentario activo y evitando la escasez de productos agrícolas en el mercado. A pesar de producir cerca del 70% de la canasta básica alimentaria, la necesidad de mejorar en la producción de granos fundamentales como arroz, frijoles o maíz es evidente.

Para lograrlo, es requerido implementar medidas más audaces de resiliencia a los retos de la agricultura sostenible. Los fenómenos climáticos extremos, más las perturbaciones económicas y sociales que el mundo experimenta, profundizan además el aumento de las desigualdades y, en el caso de las mujeres las pone en un panorama de mayor fragilidad.

La agricultura es sin duda una fuente de trabajo para los hombres y mujeres, pero ellas viven mayor discriminación, peores condiciones laborales, así como contratos y salarios deficitarios en comparación de los hombres. Durante los peores momentos de la pandemia, el 22 % de las mujeres perdieron su empleo en el sistema agroalimentario no agrícola, frente al 2% de los hombres. Además, la carga de trabajo de las mujeres como cuidadoras de familiares de forma no remunerada aumentó en el mismo período. Según los estudios de la FAO, la importancia de librar esa batalla por la equidad proporcionaría seguridad alimentaria a 45 millones de personas.

La innovación tecnológica emerge como una herramienta clave para alcanzar la equidad en el sector agrícola, ofreciendo oportunidades para proyectos liderados por mujeres y alejándose de procesos laborales físicamente exigentes. La implementación de tecnologías, como sistemas de descarga en bandas, facilita el trabajo sin distinción de género y promueve condiciones laborales más justas.

El cambio no es algo sencillo: el sistema agroalimentario costarricense necesita remozarse para generar adecuadas condiciones a las mujeres en esas labores del campo y también ofrecerles una formación actualizada sobre cómo producir mientras protegen y regeneran los sistemas naturales.

El rol del Estado es fundamental, para garantizar políticas públicas, financiamiento apropiado a pequeños productores, salida del producto al mercado de manera moderna y con herramientas digitales que reconozcan el ingreso adecuado al valor agregado de cada etapa de la cadena, seguros de cosechas, capacitación e incentivos, que permitan a las mujeres el acceso a nuevos recursos para la producción.

Por otro lado, el aporte en investigación, desarrollo, monitoreo y respaldo de las universidades públicas y los institutos de formación técnica en esos procesos de empoderamiento de mujeres en el agro es invaluable.

Finalmente, desde la empresa privada nuestro rol y compromiso se dirige a ofrecer las mejores soluciones para el segmento de agricultura, tener apertura para establecer alianzas que potencien las soluciones y alcancen el efecto social y económico deseado, y contribuir dinámicamente con soluciones para alcanzar el propósito de aumentar eficiencia en las labores y protección del recurso hídrico, indispensable para la productividad y la seguridad alimentaria que requiere nuestra sociedad.

 

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Mario Enrique Peña Cabus

Gerente de segmento de Infraestructura y Agricultura Latam

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